Conocemos que una adecuada rotación de cultivos genera muchas ventajas, por lo tanto, es una herramienta estratégica para los sistemas de producción donde se debe lograr un balance productivo-económico-ambiental.
Es así como la primera premisa es atender a la oferta ambiental y determinar los cultivos y tecnologías que se adapten a esta.
La implementación de la siembra directa es importante para incrementar el contenido de materia orgánica al suelo y controlar procesos erosivos, pero no es suficiente para lograr una agricultura sustentable. Se debe implementar un plan de rotación adecuado a cada ambiente productivo.
Es importante que haya una diversidad adecuada ya que una baja diversidad puede llevar a problemas de producción y rentabilidad y, una elevada diversidad, disminuir la eficiencia de manejo.
El reducido aporte de rastrojos de los cultivos oleaginosos y su elevada tasa de descomposición (baja relación C/N), origina balances negativos de MO, así como también, escasa cobertura de los suelos en aquellas rotaciones en las cuales son los cultivos predominantes (Forján; Manso, 2016). La secuencia diagramada debe tener también gramíneas. Estas, tienen elevada relación C/N y proporcionan un buen aporte de rastrojos y un balance positivo en la materia orgánica del suelo, aumentando la sostenibilidad del sistema. Es importante elegir cultivos y variedades que se adapten a la zona, que presenten diferentes requerimientos nutricionales y a su vez que presentes características morfológicas distintas.
Otra alternativa para incrementar el aporte de residuos en secuencias con alta participación de oleaginosas es la incorporación de cultivos de servicios. Implantados entre dos cultivos de cosecha, no son pastoreados ni cosechados, por lo cual aportan abundante biomasa y al permanecer sobre la superficie, protegen al suelo de procesos erosivos. Estos, contribuyen a la fijación de carbono, facilitan el control de malezas, y reciclan nutrientes (Álvarez, 2013). Protegen al suelo del impacto de las gotas de lluvia, a su vez los residuos actúan como pequeños diques demorando el escurrimiento y prolongan el tiempo para su entrada en el suelo.
También intervienen en la macro porosidad del suelo, al descomponerse sus raíces generan un sistema de canales o galerías. Se debe tener en cuenta el momento de secado del CC que, sin duda, no deberá ir más allá de la floración si se trata de una leguminosa, y de la espigazón en el caso de las gramíneas, ya que a partir de estos momentos se incrementa significativamente el consumo de agua. Una mayor cobertura de biomasa disminuye la amplitud térmica del suelo superficialmente, y se traduce en menos pérdida de agua por evaporación. Esto genera una mejora en la eficiencia del uso del agua, que puede aumentar la disponibilidad para el cultivo agrícola siguiente (Álvarez, 2013). Cuando se emplean especies leguminosas, la fijación biológica de nitrógeno permite reducir el empleo de fertilizantes, y la presencia de un sistema radical vivo que mantiene la actividad biológica del suelo mejora aspectos relacionados a la fertilidad edáfica.
Para finalizar resulta necesario realizar una fertilización acorde a las demandas de los cultivos y a los niveles de extracción, programándola en forma adecuada en el plan de rotación.
Ing. Agrónoma Micaela Fernandez Bedini.
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